Jun 29, 2016

¿REAGRUPAR A LOS ALUMNOS?

En estos últimos días de curso se ha planteado en el centro escolar un debate sobre el posible reagrupamiento de los alumnos/as al finalizar 4º de Educación Primaria. 

La decisión de reagrupar busca (eso no lo duda nadie, creo) mejorar la Educación que ofrecemos a nuestros alumnos y alumnas. Sinceramente, creo que el reagrupamiento no conseguirá, por sí solo, cambiar las cosas.  Necesitamos algo más. Y ese "algo" es el trabajo cooperativo. Creo que es la respuesta y la solución porque sí garantiza conseguir a medio plazo los objetivos planteados.

Me gustaría reflexionar sobre los argumentos utilizados y compartir algunas opiniones con el único fin de aportar otra visión al debate.

Se pretende, según figura en la documentación que se manejó en el Claustro (literalmente):
1- conseguir homogeneizar los grupos.
2- fomentar la capacidad de adaptación de los niños a nuevos entornos sociales.
3- eliminar los roles adquiridos
4- mejorar la convivencia en el Centro (los problemas de conducta desaparecen)
5- favorecer a medio-corto plazo el rendimiento del grupo clase y del alumno en particular.


Y todo ello, por lo visto, se conseguirá reagrupando a los alumnos en la mitad de la Primaria (cuando finalicen 4º de EP). De entrada, ya es curioso que ante semejantes retos (la convivencia, el rendimiento, las conductas en el aula...) solo se nos ocurra mezclar a los alumnos, como si los grupos y sus circunstancias (sus conductas, su rendimientos, su convivencia...) se crearan por generación espontánea y nosotros, los maestros/as, no tuviéramos nada que ver. Como si nuestras prácticas educativas no influyeran decisivamente en todo el clima del aula y por tanto, si cambiáramos algunas de esas prácticas, afinando mejor y ajustando la respuesta, lograríamos mejorar cada uno de los aspectos. 

Vayamos paso a paso:

1- La homogeneidad es una utopía y además no deseable. Cada clase, cada grupo es una sociedad en pequeño y algunos entendemos que la diversidad (de intereses, de capacidades, de experiencias, de expectativas, de estrategias, …) en consustancial a la sociedad y debemos entenderla como un valor enriquecedor. Es absurdo pretender “homogeneizar”  los grupos. Lo normal y lo deseable es la diversidad y podríamos plantearnos cómo mejorar nuestra atención a cada alumno/a respetando su ritmo de aprendizaje y ofreciendo tareas diversas donde todos puedan sentirse implicados.
Como decía antes, afirmo  que los grupos son también como los hacemos, se crean y crecen en un contexto escolar determinado por los maestros, por sus intervenciones (tanto por acción como por omisión).  ¿No será la causa de algunas diferencias entre los grupos, las diferentes experiencias educativas que les ofrecemos?  ¿No será que la medida más cómoda y menos "comprometida" es reagrupar a los alumnos porque es como hacerles responsables de dichos "problemas" y mantenernos al margen?
Por eso creo que podríamos optar por metodologías activas, no tan competitivas e individualistas, sino metodologías cooperativas e inclusivas, donde la clase sea la que debe adaptarse a los distintos niveles, ritmos y modos de aprender de nuestros alumnos y no los alumnos los que deben adaptarse o seguir al supuesto ritmo o nivel de la clase.

2- Es ridículo pensar que solo el mero cambio de grupo vaya a fomentar, por sí misma, la capacidad de adaptación del alumno a nuevos entornos sociales. Debemos ayudar al alumnado a adaptarse a nuevos entornos pero ¿solo rompiendo el grupo? ¿por qué no dentro del grupo?  ¿por qué no  considerar construir y fortalecer la autoestima, el autoconcepto positivo, mediante otras estrategias durante el día a día, cada maestro, en cada materia, en el recreo,  situando a los alumnos/as ante nuevos contextos que favorezcan esa capacidad de adaptación (grupos flexibles, grupos esporádicos, actividades interciclos,...)?

3- Los roles adquiridos no desaparecerán. Volverán a renacer y se mantendrán o se reforzarán en cuanto pase el tiempo, no hay que ser un experto en dinámica de grupos para saber cómo se comportan, como crecen y evolucionan los grupos.  ¿Plantearemos entonces, como solución, un nuevo reagrupamiento del alumnado? ¿Será esa nuestra única respuesta?  La manera más eficaz de modificar los roles de los alumnos y su situación en el grupo es trabajar con grupos cooperativos, que sí garantizan la reelaboración continua de relaciones entre iguales y que da oportunidad de protagonismo a todos los alumnos/as.

4- Es una falacia pensar que la interacción en el grupo vaya a reducir al mínimo los conflictos entre sus miembros. Quizá sea mejor establecer estrategias para educar en y para el conflicto, para prevenirlo y actuar antes de que se produzcan y si pretendemos favorecer la interacción, no reagrupemos, trabajemos en la cooperación y creemos contextos educativos que favorezcan la auténtica interacción del alumnado y ayudémosles a vivir en el conflicto y aprender a solucionarlo de forma dialogada. El conflicto es una oportunidad para aprender ¿por qué reducirlo? (¿o hablamos tras la palabra "conflicto",  de la disciplina? ¡de nuevo la gestión del aula!. Eso es disfrazar los problemas).

No es cierto que se mejore la convivencia y que se eliminen los problemas de conducta por reagrupar a los alumnos. ¿Por qué iba a ser así? Es más, al ser un grupo recién creado, se tendrán que crear relaciones (de dependiencia, de rechazo, de liderazgo...). Cada día se nos volverán a plantear nuevos retos para la convivencia en el aula y en el centro. ¿reagruparemos de nuevo? Quizá debamos mejorar nuestras estrategias de gestionar el aula. Existen prácticas y rutinas que son más aconsejables que otras, estilos docentes que atienden más o menos a la diversidad, estilos de gestión de aula que promueven la buena relación o por el contrario disponen para el enfrentamiento, y propuestas de evaluación más o menos inclusivas, estrategias de control y manejo de aula que frenan o aceleran los conflictos…Profundicemos en eso y mejorará la convivencia: dando protagonismo al alumnado e implicarles en proyectos "memorables". 
5- Ningún estudio y ni experiencia demuestra que haya ninguna relación entre el reagrupamiento y la mejora del rendimiento académico. Para mejorar éste, quizá debiéramos revisar nuestras prácticas, qué actividad ofrecemos a nuestros alumnos y, especialmente, qué y cómo evaluamos porque el modelo de evaluación es un buen indicador de qué y cómo aprenden los alumnos/as en un colegio. Todas las  pruebas externas indican que el nivel de nuestro centro es bastante aceptable, incluso. en casos. superior a la media de la Comunidad y todo ello sin reagrupar a los alumnos.

Pero hay mas.
El reagrupamiento puede, de igual manera, producir efectos negativos en algunos alumnos a los que romperemos sus relaciones sociales y su proceso de adaptación escolar con constantes cambios de compañeros. Con que  a uno se le hiciera peligrar su estabilidad afectivoemocional incluso su propio rendimiento académico, sería motivo para cuestionarse la idoneidad de las medidas. Pienso en estos momentos en los alumnos/as con necesidades educativas especiales o con dificultades de relación social, que necesitan un entorno estable y acogedor que le transmita confianza y seguridad. De igual forma, creo que el reagrupamiento puede ser negativo para algunas clases: grupos muy cohesionados, con un buen rendimiento académico, con un buen clima en las relaciones familiares... grupos donde el reagrupamiento no puede aportar nada, pero sí puede romper mucho.

Quizá debiéramos poner la atención en otros aspectos. Afirmo rotundamente que pueden lograrse los objetivos propuestos con otras medidas sin acudir a ningún reagrupamiento de alumnos. Me niego a pensar que nuestra única respuesta sea poner el foco en el grupo. ¡Que cambien ellos! ¿Esa es la propuesta? ¿No tenemos ninguna responsabilidad? ¿Nada podemos y debemos cambiar para lograr esas mejoras?  ¿Tan poco creemos en nuestra intervención docente? Si de verdad existe una preocupación y un interés por mejorar todo eso (convivencia, relaciones, conductas, rendimiento) seamos valientes para explorar otros caminos metodológicos y eso es lo que he pretendido proponer  al Claustro, ya sé que con poco éxito.

a. Trabajar la cohesión del grupo con estrategias de aprendizaje cooperativo donde se rompen fácilmente los roles “adquiridos”, pues en un aula cooperativa todos contribuyen, todos ayudan y son ayudados. Busquemos un aula más inclusiva e integradora, menos individualista y menos competitiva.

b. Ofrecer experiencias de éxito a todos los alumnos y mejorar su autoestima con metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos. Poner en marcha proyectos conjuntos como venimos haciendo en los últimos cursos. 

c. Adaptar los tiempos a los ritmos de aprendizaje y mejorar la gestión del aula. Establecer la docencia compartida como medida de apoyo y refuerzo así como explorar otros métodos (grupos flexibles por competencia curricular...)

d. Diversificar y ampliar los procesos de evaluación, con otros instrumentos (portfolios, rúbricas...) que ayuden al alumno a mejorar. Muchos problemas se solucionarían con otros modos de evaluar. Los modos de evaluar determinan qué y cómo aprenden nuestros alumnos y dice mucho del proceder de un centro educativo.  Hagamos que la evaluación sea, no solo la constatación de resultados de los alumnos, sino, especialmente, un instrumento de intervención educativa que nos sirva de guía a nosotros y de ayuda para aprender a los alumnos.

Como veis no creo en que la solución esté en el reagrupamiento. Creo que podrá "resolver" inicialmente el "problema" pero con el tiempo será una medida inútil (ya lo ha sido en otras ocasiones).  Ojalá fuera así de fácil. Bastaría con reagrupar a los alumnos cada curso o incluso, ¿por qué no?, después de cada periodo vacacional. Si es tan eficaz, reagrupemos cada semana. Eso en pan para hoy y hambre para mañana.

Propongo, en definitiva,  aprender juntos, aprender a emprender otros caminos que nos hagan mejorar y avanzar en lo que a todos nos debería unir: la calidad del aprendizaje de nuestros alumnos (nuestra labor no es solo enseñar, es lograr que los los alumnos aprendan).   Pueden cambiar las leyes, pueden cambiar las normas, pueden cambiar los grupos… pero nada cambiará si no cambiamos nosotros. Como me decía un amigo, no creo que tenga que haber profesores o aulas innovadoras, debe haber claustros innovadores.  Demos el paso.