Nov 16, 2014

EVALUAR LO QUE NO ENSEÑAMOS



Decía allí que encuentro 3 motivos por los que dejé de utilizar el libro de texto como único recurso didáctico:

Vayamos al asunto clave:  como decía en el tema de debate,  en mi opinión no se trata de ¿libros sí o libros no?. Libros de texto, sí, siempre que no se trate de un ÚNICO LIBRO DE TEXTO para todos los alumnos.  En un aula encontramos siempre al menos 3 niveles (aunque cada alumno es por sí mismo diferente), referido a intereses y capacidades. El libro de texto supone una PROPUESTA ÚNICA, cerrada, dirigida a todos los alumnos: los más avanzados (para los que el libro se "quedará corto"); un grupo intermedio (al que el libro puede servirle de referencia) y un grupo de alumnos con dificultades ( al que el libro le queda muy lejos de sus posibilidades).  En definitiva, si nos planteamos ATENDER A LA DIVERSIDAD de la mejor manera posible no podemos trabajar con un libro de texto para toda la clase.

Por otro lado, el libro de texto supone la desprofesionalización del maestro. El libro suplanta al profesor y se convierte en el referente máximo: dice qué se enseña, qué ejercicios deben realizar los alumnos, qué preguntas deben hacerse sobre una lectura y hasta nos índica qué debemos evaluar en cada tema. (son muchos los profesores que se limitan a mandar ejercicios del libro y a poner los "controles" de la guía didáctica).  No se tienen en cuenta las diferencias individuales  y NO RESPETA LOS RITMOS DE TRABAJO, los ESTILOS COGNITIVOS de cada alumno.  Como docente me niego a que unos señores de una editorial me digan qué lectura debo utilizar con mis alumnos (que ellos no conocen), qué preguntas debo hacerles, qué preguntas debo realizar en los exámenes, qué es importante y qué no, ... Si fuera así ¿en qué consiste exactamente la tarea de "ser profesor"? ¿en "aplicar" lo que viene en los libros y las guías?  Creo, sinceramente, que ser profesor el algo más complicado. Creo que nadie mejor que el profesor, que conoce a todos sus alumnos, para seleccionar los contenidos, diseñar los materiales, preparar preguntas y planificar la evaluación dentro de un plan de trabajo ajustado que dé respuesta a las necesidades reales de sus alumnos.  Nadie puede suplantar al profesor. (pensemos lo absurdo de creer que pueden ser útiles los mismos contenidos para alumnos de una aldea rural o un centro urbano de una gran capital; de un colegio en zonas deprimidas o en entornos de clase alta;  o para los alumnos de un mismo centro año tras año, como si todos los grupos fueran exactamente iguales. Unos mismos indicadores de logro o criterios de evaluación comunes a toda la población escolar, sí, de acuerdo, porque deben intentar lograr las mismas competencias. Pero de ahí a "uniformar" con las mismas tareas y experiencias....).

El libro de texto, además, transmite una visión muy negativa del propio aprendizaje.  Si aprender es repetir lo que aprendo de memoria, el libro es una buena opción.  El conocimiento es entonces algo inmóvil, fijo, ya determinado, que puede "aprenderse" de memoria y "volcado" en un control y el alumno será bien evaluado cuánto más se parezca su respuesta al original). Si aprender es construir conocimiento, crear y apropiarse de los contenidos, el libro deja de ser fundamental.  Hoy día, con la introducción de las TIC en las aulas, no hay excusa para no enriquecer  las clases con el uso de otros materiales. La visión antigua de que los alumnos son "cubos que hay que llenar" mientras asisten pasivos ante la autoridad del que sabe (profesor o libro, da igual) ha dejado de ser válida en el siglo XXI. Los alumnos son, cada vez más, "hogueras que hay que encender" y prepararles para la vida que van a vivir y las nuevas exigencias de una formación profesional y personal que hoy demandan los nuevos tiempos.
Claro que los libros dan comodidad y seguridad. Tanto a profesores como a padres (a veces, la resistencia de las familias a "otras formas de enseñar" es enorme) . Pero creo que es una seguridad falsa porque ayuda a transmitir esa idea de aprendizaje que antes he expuesto y que va a perjudicar gravemente la formación de los alumnos como estudiantes autónomos, críticos, reflexivos..

¿libros?, claro que sí,  libros muchos, de distintas editoriales y distintos cursos;  libros de texto pero también de lectura, de consulta, diccionarios, enciclopedias; pero no solo un libro de texto. De todos modos, más importante de esta discusión sobre los libros es el asunto del aprendizaje. Si no utilizo libro de texto pero lo cambio por apuntes o un libro digital pero la actividad de alumno sigue siendo receptivo/pasiva no habremos avanzado nada.

  Soy partidario de metodologías activas que promuevan un aprendizaje cooperativo, reflexivo, con participación activa del alumnado. En Primaria no hay nada más importante que "enseñar a pensar" y "aprender a aprender" y todo eso cuaja muy mal con metodologías basadas en un único libro de texto.

Lo que sí tengo claro es
- que no se aprende por el "mero contacto" con el saber (del profesor o del libro).
- que aprender no es reproducir y repetir conceptos. (la memoria es fundamental para el aprendizaje pero no es la base del conocimiento científico). 
- que el aprendizaje es un acto de voluntad (¿por qué no tienen esa voluntad nuestros alumnos?)
- que no todos los niños aprenden igual y tampoco "tienen" que aprender lo mismo y en el mismo momento. 
- que la actitud positiva es la actividad, la duda, la reflexión, la participación, la discusión, el debate, la investigación, la creatividad. ¿pero cómo queremos que nuestros alumnos sean creativos si les decimos en cada momento qué tienen que hacer, cómo y cuándo hacerlo? 
- que nuestra mayor obligación (padres y maestros) es suscitar el deseo de aprender.
- que debemos dotar a los niños y niñas de las herramientas e instrumentos imprescindibles para aprender y la primera es la curiosidad intelectual y las técnicas de trabajo. Debemos enseñar a pensar.

Desde luego, y para terminar, lo que tengo claro es que la innovación no es necesaria para cambiar las cosas; la innovación es necesaria porque las cosas cambian. La sociedad del siglo XXI nos exige cambiar inexorablemente muchas de nuestras prácticas pedagógicas.

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